Casi un 20% de los niños padece algún problema de visión. Tu hijo te da pistas para detectar si los tiene. Aprende a interpretarlas.
Eva Calvo. Asesor médico: Dr. Jorge Torres, especialista de la Unidad de Oftalmología Pediátrica y Estrabismo de Vissum, Hospital Oftalmológico de Madrid.
La importancia de detectar el problema
Te proponemos un experimento. Tápate un ojo y sal corriendo. ¿Te ha resultado difícil mantener el equilibrio o medir la distancia entre los objetos? Pues así es como un niño con ambliopía u ojo vago se enfrenta al mundo que le rodea.
Podríamos poner más ejemplos: mirar a través de un vaso de cristal, usar gafas de sol en una habitación oscura… que nos ayudarían a comprender cómo percibe su entorno un niño con problemas visuales; en definitiva, su visión distorsionada de la realidad. De ahí la importancia de detectarlo antes de que interfiera en su desarrollo.
Sin prisa, pero sin pausa
El ojo es el órgano que crece con mayor rapidez en el niño; entre los 8 y los 10 años de edad alcanza su tamaño definitivo, unos 24 milímetros de diámetro.
Sin embargo, el 100% de la agudeza visual (10/10) no llega hasta la adolescencia. De hecho, la agudeza visual de un niño de un año es tan sólo de 3/10, por ello es muy importante controlar si existe algún problema visual que, añadido a la inmadurez de este órgano, dificulte la visión.
Si no existen antecedentes familiares de trastornos visuales, se aconseja realizar el primer examen exhaustivo del ojo entre los tres y los cuatro años. Antes es difícil que el pequeño colabore (aunque puede hacerse) y, además, desde el nacimiento hasta los cuatro años muchos niños tienen algo de hipermetropía y astigmatismo que se corrige por sí mismo al llegar a esta edad.
En cualquier caso, ante la duda, consulta al especialista. Según la Academia Americana de Oftalmología, si se trata pronto una enfermedad ocular, las posibilidades de curación son mayores. Cuando el niño aún no habla, tanto su comportamiento como la apariencia de sus ojos pueden dar pistas.
Síntomas en los que fijarte
Si tu hijo presenta uno o más de los signos que te mostramos a continuación, lo mejor es que consultes con el pediatra la posibilidad de hacer una visita al oftalmólogo.
SEGÚN SU COMPORTAMIENTO
Se muestra torpe cuando corre o juega con otros niños (a partir de los 30 meses)
Entrecierra los ojos mientras está viendo la televisión o al permanecer en lugares al aire libre en los que hay bastante claridad.
Ya ha empezado a hablar y sin embargo nunca te dice “mira” para referirse a algo (un objeto, una persona…) que le ha llamado la atención.
Ha perdido el interés por los cuentos, se coloca muy cerca del papel para pintar o escribir y se queja de dolor de cabeza cuando finaliza el día.
SEGÚN EL ASPECTO DE SUS OJOS
Se muestran enrojecidos y aparecen llorosos con bastante frecuencia.
Tiemblan ligeramente y se desvían sin que exista un motivo aparente.
Las pupilas parecen más grandes o más pequeñas de lo normal.
Problemas visuales en niños
Aunque ante un problema visual en tu hijo el oftalmólofo tiene que ser quien prescriba las pautas a seguir, a continuación, te informamos de algunos de los problemas visuales y de cómo han de corregirse para que estés informada y preparada.
Ambliopía u ojo vago. Afecta a uno de cada cuatro niños en España y consiste en pérdida parcial de la visión en uno de los ojos. Se corrige penalizando la visión del ojo que ve bien, para forzar al otro a trabajar. Si no se trata antes de los siete años, las posibilidades de perder la visión en ese ojo son muy altas, ya que el cerebro será incapaz de desarrollar las conexiones necesarias para “saber cómo ver a través de él”. En muchos casos este problema va acompañado de estrabismo, lo que facilita su detección.
Estrabismo. Afecta al 4% de los niños y consiste en una alineación incorrecta de los ojos, que miran hacia dentro, hacia fuera, hacia arriba o hacia abajo (en niños de hasta 6 meses de vida no es valorable). Generalmente se intenta corregir con gafas que fuerzan al ojo a mantenerse alineado. Si no funciona, hay que recurrir a la cirugía para alinear los músculos oculares.
Miopía. Si has notado que tu hijo prefiere jugar dentro de casa (con puzzles, pintura, mecanos…) y no se divierte cuando le llevas al parque, una de las razones puede ser que tenga un problema de miopía. Esta patología hace que la visión de lejos sea mala, por lo que el niño no se encuentra seguro jugando en un lugar amplio en el que no puede percibir bien las cosas ni las distancias. La graduación suele aumentar hasta el final de la adolescencia; luego se estabiliza.
Hipermetropía. Es lo contrario a la miopía. Buena visión de lejos y mala de cerca. A los niños hipermétropes no les gustan las actividades en las que hay que fijar la vista, ya que tienen dificultad para enfocar los objetos cercanos. Algunos de estos niños que usan gafas durante la infancia para corregirla no las necesitarán de adultos.
Astigmatismo. Suele ir acompañado de hipermetropía o miopía y hace que la visión sea un poco borrosa. Si el niño padece astigmatismo leve y no se queja de dolor de cabeza, no son necesarias las gafas, ya que los ojos son capaces de compensarlo.
Cómo estimular su desarrollo visual
Estimular su vista os ayudará. A él, a sacar provecho de sus ojos; y a ti, a detectar problemas.
DE 0 A 1 AÑO.
Le interesan los objetos muy contrastados cercanos a él.
Para desarrollar su habilidad visual siéntate cerca, háblale y ve girando la cabeza para que te siga con la mirada. Cambia la posición de su cuna para que tenga otras perspectivas y juega con él a que siga la luz de una linterna en la pared.
DE 1 A 2 AÑOS.
Empieza la exploración de objetos más lejanos. Es lo que le va a incitar a gatear, caminar, correr y a desarrollar la coordinación ojo-mano. Ponle objetos conocidos fuera de su alcance para que intente cogerlos. Cuando los toque, dile cómo se llaman y de este modo asociará visión y lenguaje.
DE 3 A 5 AÑOS.
Las habilidades de escritura y lectura se desarrollan a partir de los 4 años. Enséñale a mover los ojos de izquierda a derecha para leer, poniendo su dedo en las palabras que leas. Ayúdale a coordinar ojo-mano-pie, jugando a la pelota, al globo…
Problemas relacionados con sus ojos
A veces existen problemas relacionados con los ojos que no afectan directamente a la visión, pero que deben ser tratados para que no lleguen a influir en ella. Estos son algunos de ellos:
Ojos llorosos. Las lágrimas producidas en el ojo son drenadas por un sistema de canalículos que las llevan al saco lagrimal y de ahí a la nariz, de modo que el ojo está siempre lavado por un flujo constante de lágrimas. En ocasiones este conducto está obstruido y las lágrimas acumuladas pueden infectarse. Es un problema bastante común durante los seis primeros meses que suele corregirse solo. Si éste es el caso de tu hijo, dale masajes en la zona del lagrimal para ayudar a que el conducto se desbloquee. Si al año el problema persiste, el pediatra recomendará una sencilla intervención para sondarle y/o colocarle un tubito de drenaje.
Ptosis o párpados caídos. Ocurre cuando los músculos o los tendones que se encargan de sujetar el párpado son más débiles de lo normal y el niño no puede abrir completamente el ojo. Dependiendo del grado, requiere intervención quirúrgica o no.
Blefaritis. Es una inflamación de las pestañas con formación de costras a modo de caspa. Suele estar originada por una secreción anormal de las glándulas sebáceas. Los niños que la padecen, muchas veces tienen también dermatitis seborreica. El remedio es aplicar compresas tibias varias veces al día, pero si aparece infección, es necesario un colirio con antibiótico.
Conjuntivitis. En niños pequeños suele estar causada por una infección vírica o bacteriana que se propaga por contacto, por lo que la higiene es fundamental para evitar el contagio a otras personas. Si el ojo está enrojecido pero no hay secreción purulenta, es suficiente lavarlo varias veces al día con manzanilla o suero fisiológico; si la hay, el pediatra indicará una crema o un colirio con antibiótico.
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